Artículo traducido de Arstechnica.com
En los últimos dos millones de años, los ciclos de la órbita terrestre han generado un patrón rítmico de los cambios climáticos. Estos ciclos afectan a la luz solar que llega a la Tierra, alterando los patrones estacionales y conducen a un aumento o disminución de las capas de hielo. Los cambios afectan a toda la Tierra, desde la circulación atmosférica y oceánica, a efectos ecológicos e incluso a la erosión y transporte de sedimentos. Pero, ¿podrían haber afectado estos ciclos a las erupciones volcánicas?
Un nuevo estudio publicado en Geology sostiene que sí existe relación. Anteriormente, los investigadores han observado correlaciones durante períodos de tiempo limitados y escalas regionales, pero el nuevo trabajo se extiende a un panorama más amplio, y parece mostrar un vínculo muy fuerte.
Con el fin de tener un largo historial de erupciones volcánicas, los investigadores utilizaron núcleos de sedimentos marinos de todo el Anillo de Fuego del Pacífico. A diferencia de en tierra firme, donde la erosión puede lavar las capas de cenizas, los registros en el sedimento del fondo marino conservan las cenizas de las erupciones anteriores transportadas por el viento. Los errores en las fechas asignadas a esas cenizas (que se basan en la correlación de esas capas bien datadas en tierra firme, y la estimación de la tasa a la que los sedimentos se acumulan en el fondo marino) son difíciles de evitar. Sin embargo los investigadores hicieron todo lo posible para tener en cuenta esa incertidumbre.
Después de reunir todas las erupciones que identificaron durante los últimos millones de años, analizaron los datos de los patrones cíclicos. Encontraron ciclos de la misma longitud que los ciclos orbitales que afectan al clima. Particularmente el ciclo de 41,000 años correspondiente a la inclinación de la Tierra se muestra más prominente. Para garantizar que esto no fue una casualidad, los científicos generaron artificialmente 100,000 conjuntos de datos aleatorios. Menos del 1 por ciento de los conjuntos de datos contenía una señal tan fuerte como el patrón de 41,000 años en los datos reales.
Así que ¿por qué deberían aceptarse esos resultados? Después de todo, la correlación y la causalidad son cosas muy diferentes. Hay una conexión plausible que los investigadores están explorando: los cambios de tensión en la corteza de la Tierra causados por los ciclos glaciales.
Cuando el clima se enfría lo suficiente, se forman grandes capas de hielo y desciende el nivel del mar. Las capas de hielo presionan la corteza debajo de ellas, y vuelven a “descomprimirse” cuando el hielo se derrite. Además de las capas de hielo, las grandes variaciones en el nivel del mar afectan de manera similar la corteza oceánica. Al elevarse el nivel del mar la corteza oceánica se ve ligeramente presionada. Como si de una pelota blanda llena de líquido se tratara, al verse presionada y hundida la corteza en un punto, provoca el ascenso de las zonas vecinas. Así que las zonas cercanas a la corteza continental (como en las zonas volcánicas de Améria Central y América del Sur), se elevan un poco cuando el nivel del mar sube.
Si la presión que se ejerce sobre una cámara de magma disminuye a medida que hay un ascenso de la corteza, se hace más fácil para el magma salir a la superficie, dando lugar a una erupción.
Para examinar esta posibilidad, el equipo utilizó un modelo informático sencillo que simulaba las tensiones corticales de la última glaciación (o "edad de hielo"). Centrándose en América Central, el registro de erupciones se correlaciona bastante bien con los períodos en que el modelo calcula el cambio de tensiones corticales.
Por último, los investigadores también observaron la relación entre los cambios orbitales y la frecuencia de las erupciones. Para el ciclo de inclinación de la Tierra de 41,000 años, las erupciones se quedan varios miles de años por detrás de los cambios en la inclinación (y en los cambios de clima). Esto tiene sentido considerando respuestas lentas corticales a las condiciones cambiantes en la superficie.
A pesar que el estudio de los datos de erupciones no es ni global ni completo, parece probable que el grupo haya encontrado un patrón real. Y ese patrón, una vez más pone de relieve la interconexión de los sistemas de la Tierra, que todavía mantienen un montón de sorpresas.
Geology, 2012. DOI: 10.1130/G33419.1